¿Por qué las mujeres hablan con indirectas y los hombres no lo entienden?
Conversación típica de una pareja con indirectas
Mujer: ¿cariño, has visto eso? Me encanta ¿a ti no? Quedaría estupendo en el salón. (lo que en realidad dice: me encanta eso y tengo ganas de comprarlo, voy a ver si se apunta)
Hombre: Bueno, no está mal, pero no creo que nos haga falta (lo que en realidad dice: ¿para qué me pregunta si va a hacer lo que le venga en gana, ni sé lo que hay en el salón)
Las formas de comportarse en la vida son aprendidas de nuestros padres que aprendieron de sus padres y así por muchas generaciones.
No está probado científicamente, pero, se investiga si en nuestro ADN no hay también una especie de memoria que se va heredando de generación en generación.
En algunos tipos de terapia, la transgeneracional o la regresión, por ejemplo, podemos observar que “heredamos” problemas de nuestros antepasados que se manifiestan en nuestra vida en forma de problemas, malestares o incluso enfermedades.
Lo que es completamente seguro es que arrastramos comportamientos de nuestros ancestros.
Salvo raras excepciones, los hombres no prestan mucha atención a los detalles de una casa mientras las mujeres tienen una percepción especial para eso.
Sin embargo, mientras los hombres prestan una atención intensa hacia su coche, por ejemplo, la mujer no siente mucho interés por las cuestiones mecánicas de su coche.
Podríamos traspolar estos ejemplos a las formas en cómo funcionan los cerebros de cada uno.
Mientras las mujeres, en general, prestan más atención a lo estético y lo emocional, los hombres se sienten más atraídos por las cuestiones técnicas o prácticas.
Quizás deberíamos remontarnos a la más remota antigüedad y ver como funcionaban nuestros antepasados en la época de las cavernas.
No tenemos mucha información al respecto ya que no había palabra escrita, por lo que solo se pueden hacer deducciones sobre como vivían por las pinturas rupestres, los restos arqueológicos y la pura lógica.
Esto nos permite suponer que el rol masculino era el de suministrar alimento y protección a la familia, mientras el femenino era cuidar del refugio y de la prole.
Basándonos en esta premisa, justificada porque el hombre había desarrollado una más potente musculatura y fuerza, mientras la mujer había desarrollado un instinto protector, debido a que era ella quien traía los hijos al mundo y quien debía alimentarlos durante el primer periodo de su vida, el rol de cada uno era completamente diferente.
Había mujeres guerreras, por supuesto. Y no dudo de que lucharan tanto o más que los hombres, pero, en cambio, es difícil imaginar un hombre quedándose en su casa al cuidado de los hijos (en la época de la que hablo).
Así las cosas, por fuerza, los hombres debían relacionarse la mayor parte del tiempo con otros hombres, ya que, con toda probabilidad, cazaban en grupo. Lo contrario pasaba con las mujeres que pasaban más tiempo relacionándose entre ellas.
Lógicamente, las conversaciones de los hombres debían ser cortas y concisas. No se tiempo de adornar las cosas cuando estás intentando cazar una pieza que corre más que tú.
Su comunicación tenía que ser rápida, directa y sin florituras. Destinada únicamente a que su trabajo fuera lo más eficaz posible. Al terminar, debían estar exhaustos y orgullosos de poder llevar a “casa” el alimento necesario.
Las mujeres, por el contrario, tenían que estar atentas a lo que ocurría con sus pequeños: si estaban sanos o enfermos, si tenían hambre o frío y toda una serie de cosas mucho más subjetivas. Es lógico que charlaran o consultaran a otras mujeres de más edad cuando tenían un problema.
A lo largo del tiempo, el Hombre desarrolló una forma de comportarse clara, rápida y eficaz para resolver problemas rápidamente. Mientras, la mujer, a su vez, desarrolló mucho más su sentido de la observación de los estados de ánimo y las emociones.
La verdad, es que la forma de vida evolucionó, pero los roles atribuidos a cada uno no lo hicieron.
A lo largo de la historia, el Hombre se ha comportado como el ser poderoso que trae el sustento a casa, mientras la mujer desarrollaba mucho más el estudio del comportamiento humano. Y, mientras eso ocurría, las mujeres debieron adoptar una forma de comunicación por seducción más que por imposición ya que el poder lo tenía él.
Somos el producto de todas esas generaciones que han venido comportándose de esa manera y nacemos con los hábitos adquiridos generación tras generación.
El resultado es que el hombre le presta atención especial a su montura (el coche) y muy poca o nada a la estética de su hogar, por ejemplo. Lo único que quiere es que su casa sea confortable para descansar del duro trabajo y que le dejen tranquilo para ello.
Las mujeres, por el contrario, les prestan atención a los detalles que, emocionalmente les hace sentir en un lugar seguro. Por otra parte, necesitan la comunicación para saber que sus protegidos (la familia) se encuentran en buenas condiciones. La comunicación con otras mujeres ya no es posible porque no vivimos en comunidad, así que esperan que este rol sea asumido por su pareja.
El conflicto llega siempre por esta forma de comunicación diferente entre ambos.
Mientras el hombre se siente cómodo con una comunicación directa y concisa, la mujer necesita adornar las intenciones para seducir a su pareja y obtener de él lo que quiere y, al mismo tiempo necesita poder expresar sus preocupaciones o, simplemente, compartir sus ideas o necesidades con el otro.
La mujer utiliza las indirectas pensando que el hombre las va a captar,
sin darse cuenta de que él, solo va a escuchar algo que no es importante porque no es un problema a solucionar.
Sería todo más fácil si la mujer se expresara más directamente y le dijera al hombre que quiere comprar algo porque le apetece o que quiera explicarle algo que le ha pasado porque necesita que la escuche, pero que no espera que él le dé una solución porque para eso se basta sola.
Para una mujer, expresar las cosas en voz alta a otra persona facilitaría enormemente encontrar la solución a un problema. De esta manera el hombre sabría a qué atenerse y no se ausentaría mentalmente, recurso muy utilizado por ellos cuando el asunto no les interesa.
Los hombres deberían ser más receptivos
y darse cuenta de que, aunque los deseos, para ellos incomprensibles de la mujer, no les interesan en absoluto, le interesan a ella y, por ello, solo con prestar un poco de atención el funcionamiento de la pareja sería mucho mejor.
Los hombres y las mujeres no somos iguales, somos complementarios y para que una relación funcione ambos deben aprender cómo piensa el otro.
La comunicación no siempre es fácil, pero es posible con un poco de buena voluntad.
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