Los hombres tienen miedo al compromiso

Esta es la sensación que tienen cientos de mujeres de hoy.

Índice
  1. Esta es la sensación que tienen cientos de mujeres de hoy.
    1. El cerebro más básico es el reptiliano que regula el instinto de supervivencia.
    2. El siguiente cerebro en la vía evolutiva es el cerebro límbico que es el que introduce las emociones. Ahí residen la ira, el miedo y el amor entre las emociones más fuertes.
  2. ¿tienen los hombres de hoy mucho más miedo al compromiso que las mujeres?
    1. Una mujer siente en su cerebro reptiliano la necesidad de tener hijos.
    2. Un hombre, siente esa misma necesidad de perpetuar la especie en su cerebro reptiliano.
  3. Pero, las cosas han cambiado.
    1. Nadie somos la misma persona a los 20 años, a los 40 o a los 60 u 80. Esa evolución puede provocar que personas que se enamoraron a los 20, a los 40 ya no tengan nada que ver.
    2. Este cambio de rumbo en las condiciones sociales de la pareja provoca que los hombres, no es que tengan miedo al compromiso, sino que no ven tan necesario ese compromiso.
    3. Las costumbres provocan convicciones y éstas son muy difíciles de cambiar.
  4. ¿Los hombres tienen más miedo al compromiso que las mujeres?
    1. Quizás si elimináramos ese concepto del “para siempre” por obligación y lo cambiásemos por un “mientras dure el amor y la felicidad” todo sería mucho más fácil.

Pero ¿Es cierto?

¿Hay, en la actualidad, muchos más hombres con miedo al compromiso que en el pasado?

Analicemos la cuestión.

Hasta hace 30 o 40 años, la sociedad estaba constituida y basada en que la pareja y la familia.

Nos inculcaban que debíamos formar una familia al llegar a la edad adulta.

De hecho, esa es la base de nuestra civilización.

Quizás es la base de asegurar la continuidad de la especie.

Pero, en realidad, la continuidad de la especie consiste solo en producir más individuos que la perpetúen.

De hecho, en la naturaleza, muy pocos animales constituyen familias o manadas, simplemente se aparean, tienen hijos y, cumplida esa función, no tienen más apareamientos hasta la próxima disponibilidad o necesidad.

Los animales, en general, salvo unas pocas excepciones, no sienten que tengan que comprometerse ni con la pareja con la que procrean ni con los hijos que tienen con ella. Mientras las mamas adquieren el compromiso de cuidar de sus bebes hasta la edad adulta, los papas suelen alejarse y desentenderse de ellos. Su función procreadora está cumplida.

No podemos olvidar que tenemos un cerebro triple.

Tres cerebros que se han ido superponiendo uno sobre otro en la evolución.

El cerebro más básico es el reptiliano que regula el instinto de supervivencia.

Es el responsable de las funciones automáticas (como respirar, etc.) que se producen en nuestro cuerpo para garantizar nuestra supervivencia. En este cerebro se incluye la perpetuación de la especie y, por lo tanto, el responsable de que sintamos la necesidad de tener hijos. Hijos, pero no pareja. Es decir, que bastaría con que un hombre y una mujer se encontraran, fecundaran y tuvieran descendencia.

El siguiente cerebro en la vía evolutiva es el cerebro límbico que es el que introduce las emociones. Ahí residen la ira, el miedo y el amor entre las emociones más fuertes.

Por último, está el néocortex que es el cerebro racional el que distingue entre el bien o el mal y es capaz de controlar las emociones y los instintos.

El instinto de buscar pareja se realiza con el cerebro reptiliano, el amor se siente con el cerebro límbico, la decisión de comprometerse con una persona para un camino de vida se realiza con el néocortex.

Volvamos a la pregunta inicial,

¿tienen los hombres de hoy mucho más miedo al compromiso que las mujeres?

Probablemente sí. Porque la sociedad ha cambiado.

Una mujer siente en su cerebro reptiliano la necesidad de tener hijos.

Cuando se enamora por el cerebro límbico entran en juego dos factores, la necesidad de procreación ya necesidad de seguridad para su supervivencia y la de su prole. El néocortex asume que esa seguridad se la tiene que proporcionar la estabilidad y el compromiso de una relación estable.

Un hombre, siente esa misma necesidad de perpetuar la especie en su cerebro reptiliano.

Cuando se enamora por el cerebro límbico siente la necesidad de proteger a la que pueda ser la madre de sus hijos, pero, por un sentimiento primario esa protección no tiene por qué ser durable.

Cuando la Sociedad estaba basada en un hombre que aportaba la economía y la seguridad a la familia porque ese era su rol y la mujer aceptaba que su papel principal era cuidar de la familia con los recursos que proporcionaba su pareja, se daba por hecho que ese compromiso debía existir.

Y, no solo eso, sino que, además, mezclado con las creencias religiosas y sociales imperantes, ese compromiso debía ser “para toda la vida, hasta que la muerte nos separe”.

Si lo pensamos bien, resulta aterrador porque, si el amor persistía y la convivencia era buena podía ser muy gratificante, pero, si no era así, era una condena de por vida.

Pero, las cosas han cambiado.

Actualmente, hombres y mujeres pueden ser independientes y autosuficientes por igual.

Por lo tanto, ni la mujer siente tan profundamente esa necesidad de protección, ni el hombre de proteger.

Por otro lado, el “para toda la vida” de antes era cuando la esperanza de vida de las personas era de 40 años, que ahora se ha doblado. Y, en esa época, la mujer vivía su vida a través de los ojos del marido que era quien tenía más experiencias fuera de casa.

En nuestra sociedad actual, hombre y mujer viven experiencias diferentes, cada uno en su entorno, la mayor parte del día y con esas experiencias se da una evolución.

Al evolucionar hombre y mujer cada uno por su lado y a su ritmo, ambos cambian y no siempre a la misma velocidad ni en la misma dirección.

Nadie somos la misma persona a los 20 años, a los 40 o a los 60 u 80. Esa evolución puede provocar que personas que se enamoraron a los 20, a los 40 ya no tengan nada que ver.

Es decir, que las relaciones de las parejas que vivían un promedio de 40 años en unas condiciones parecidas y que, en el mejor de los casos seguían amándose, no tiene nada que ver con tienen nada que ver con las actuales en las que se vive el doble y es mucho tiempo para ir cambiando.

Ese cambio o evolución se puede dar en la misma dirección o en direcciones opuestas, lo cual lleva a encontrarse con que ya no hay nada de lo que hubo cuando empezaron.

Como, además, no la hay obligación, gracias al divorcio, de quedarse atado para siempre con una persona a la que yo no quieres, todo es mucho más fácil, pero al mismo tiempo, menos “seguro” para quien necesita sea estabilidad.

Así las cosas, hay que recurrir otra vez al cerebro reptiliano, siempre presente. Dado que el néocortex ya no utiliza la razón de “que hay formar una familia porque es lo normal y amarse y protegerse para toda la vida”, el cerebro reptiliano actúa en los hombres de forma diferente que en las mujeres y “sienten” mucho menos o casi nada, la responsabilidad de cuidar y proteger.

La mujer sigue sintiéndola, porque su instinto de protección de sus hijos siempre está presente.

Este cambio de rumbo en las condiciones sociales de la pareja provoca que los hombres, no es que tengan miedo al compromiso, sino que no ven tan necesario ese compromiso.

Al mismo tiempo, ya no ven a las mujeres como personas sumisas que tienen que proteger, sino como iguales y, muchas veces, como rivales cuando tratan de hacerse un hueco en el éxito social.

Mientras las mujeres, con mucho esfuerzo y mucha lucha, han conseguido aumentar sus derechos y privilegios, muchos hombres, la mayoría, sienten que ellos los han perdido.

Las costumbres provocan convicciones y éstas son muy difíciles de cambiar.

El miedo al compromiso, no nos engañemos, lo tenemos todos por igual.

El miedo a equivocarse, a sufrir, a volver a repetir errores y situaciones que nos hicieron sufrir en el pasado, nos hace que vayamos con mucha más cautela, a la hora de adquirir compromisos.

Pero, mientras la mujer ha aumentado su poder con respecto a las posibilidades que tenía hasta no hace tanto tiempo, el hombre siente, no solo ha perdido poder, sino que con esa pérdida ha ganado libertad. Ya no se espera de él que sea el único sustento de una familia. Y, el cerebro reptiliano le dice que hay muchas “hembras” a las que poder fecundar. Lógicamente estoy hablando desde el concepto animal y no humano. Pero, ahí está y no podemos obviarlo.

¿Los hombres tienen más miedo al compromiso que las mujeres?

Sí, porque piensan que tienen más que perder que ganar. Las mujeres también tienen ese miedo, pero, por su condición atávica y su evolución actual, están más dispuestas a arriesgar.

Creo que, si la sociedad en general, cambiara ese concepto de juntos para siempre, ya que el “para siempre” ahora es mucho tiempo por las razones anteriormente explicadas, sería mucho más fácil estar con otra persona porque se quiere y mientras dure.

Sin esa espada de Damocles sobre la cabeza de una promesa que es, francamente imposible hacer, las personas nos quitaríamos un peso de encima.

Hay muchas parejas que conviven durante años sin problemas y en cuanto deciden casarse la pareja no tarda en romperse.

¿Provoca ese efecto el matrimonio o lo provoca esa sensación inconsciente de “me he metido en una prisión”, debido a esas palabras del “para siempre” que se gravan en el cerebro reptiliano?

Quizás si elimináramos ese concepto del “para siempre” por obligación y lo cambiásemos por un “mientras dure el amor y la felicidad” todo sería mucho más fácil.

Aligeraríamos al cerebro reptiliano de su carga y daríamos prevalencia al límbico de las emociones.

Quizás de esa manera, todos y todas perderíamos el miedo y viviríamos las relaciones en libertad y confianza sin que mediaran exigencias del por medio.

Y, me diréis que un mínimo de compromiso es necesario para sentirse seguro.

Pero, en realidad, un compromiso que se puede romper ¿no es una forma de autoengaño?

Nadie puede prometer amar a alguien para siempre.

Entonces ¿volvemos para atrás y nos obligamos a estar con una persona, la queramos o no, solo para sentir una seguridad que es ficticia?

Reflexionemos.

Si queremos que las cosas cambien, la forma en que contemplamos las relaciones tiene que cambiar.

El amor puede ser para siempre o no y hay que ser conscientes de ello.

Si vivimos el amor en el disfrute y el apoyo del día a día, sin la carga de la obligación, seguramente sería mucho más fácil.

 

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Rosalia

Psicóloga Gestalt, Hipnóloga y Coach de pareja. 40 años ayudando a personas a encontrar su pareja ideal y como llevar su relación hacia una estabilidad duradera.

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